El linfoma ha sido clasificado habitualmente como la neoplasia más frecuente en hurones1. Sin embargo, las descripciones de linfomas primarios con origen en los anexos oculares no abundan en la literatura científica2. Este trabajo describe el caso de un hurón con quemosis conjuntival y exoftalmia secundarias a la presencia de un linfoma orbitario primario, sin afectación del resto de órganos linfoides.
Se presentó en consulta una hembra castrada de hurón de siete años y medio de edad, manifestando quemosis conjuntival a nivel del canto medial del ojo izquierdo que generaba estrabismo divergente, exoftalmia y lagoftalmos. El ojo presentaba opacidad corneal y queratitis superficial, con respuesta de amenaza y reflejo pupilar ausentes. Se realizó una punción conjuntival con aguja fina en la que se detectaron linfocitos y linfoblastos, además de neutrófilos degenerados y algunos macrófagos. El resto de la exploración resultó normal salvo por la presencia de un soplo cardiaco sistólico. Se realizaron radiografías ventrodorsales y laterales de cabeza bajo sedación sin detectarse anomalías. La propuesta de realizar una tomografía fue rechazada. La radiología torácica mostró un aumento de la silueta cardiaca y elevación traqueal. En la ecografía abdominal la glándula adrenal izquierda presentó un aspecto globoso con un grosor de 0,39cm compatible con hiperplasia y alteración de la funcionalidad adrenal3,4,5. También se apreció una imagen hipoecogénica en el lóbulo hepático izquierdo de 2,10cm de naturaleza desconocida, que inicialmente no se relacionó con la patología orbital. La ecocardiografía reveló flujo turbulento a nivel de la válvula mitral compatible con enfermedad valvular. En la muestra de sangre obtenida bajo sedación con medetomidina se detectó anemia, con un hematocrito (Hcto) del 19% y linfocitosis con elevado porcentaje de células inmaduras. El nitrógeno ureico en sangre (BUN) estaba moderadamente elevado (54,20mg/dL).
La anomalía orbital era compatible con un crecimiento tumoral o con un proceso infeccioso/inflamatorio, dados los hallazgos citológicos, por lo que se comenzó a tratar con amoxicilina/clavulánico y meloxicam. Se colocó un implante de deslorelina (Suprelorin® 4,7mg) para controlar la alteración adrenal6. También se instauró tratamiento cardiaco a base de benazepril7. Dos semanas después la quemosis había aumentado y la exoftalmia era más grave. El hematocrito había remontado hasta el 32%. Entonces se detectó hipoglucemia (51mg/dL) sugestiva de insulinoma4. Se sustituyó el meloxicam por prednisolona por su efecto hiperglucemiante5, obteniendo una estabilización por encima de 60mg/dL en un plazo de 48 horas. Dada la notoria incomodidad del paciente y con el objetivo de llegar a un diagnóstico, se decidió enuclear, detectándose una gran masa orbitaria de origen retrobulbar que sólo pudo ser extirpada parcialmente. La histopatología confirmó que la masa era un linfoma de bajo grado y que los bordes estaban infiltrados. Se propuso al propietario la posibilidad de intentar una exéresis completa del tumor mediante extracción del arco zigomático8 y/o quimioterapia combinada1, pero declinó ambas opciones. Se decidió continuar el tratamiento con prednisolona de forma indefinida con doble objetivo: mantener los niveles de glucosa5 y ralentizar el crecimiento tumoral1.
Seis meses después de la cirugía, el paciente se mantiene estable y sin signos de recaída. Ecográficamente no se han detectado alteraciones a nivel abdominal y la anomalía hepática no ha sufrido cambios de tamaño ni forma. En una ocasión, el nódulo linfático mandibular izquierdo sufrió un aumento de tamaño transitorio, pero en la punción del mismo sólo se obtuvo tejido adiposo.
Los linfomas primarios orbitales se consideran raros en veterinaria. En perros y gatos habitualmente tienen su origen en otras regiones corporales, desarrollándose de forma secundaria en los anexos oculares9. Por su naturaleza suelen tener buena respuesta a los tratamientos quimioterápicos cuando son diagnosticados de forma prematura9. En medicina humana, esta patología está ampliamente estudiada y su origen se suele relacionar con el tejido linfoide asociado a la conjuntiva (MALT)10. De hecho, este tipo de neoplasias representan el 8% de los linfomas extranodales, soliendo ser tumores primarios y manifestando bajo grado en un 80% de los casos10. Es probablemente ese bajo grado tumoral lo que ha permitido que el paciente se mantenga sin recidiva aparente más de 6 meses, a pesar de no haberse realizado una exéresis completa del tumor y de no estar sometido a un protocolo quimioterápico adecuado. Asimismo, la ausencia de cambios hepáticos a nivel ecográfico y funcional permite descartar el linfoma en dicho órgano. Por ello, el diagnóstico definitivo del paciente es el de linfoma primario orbitario de bajo grado asociado a MALT, tratándose de una patología a tener en cuenta dentro del diagnóstico diferencial de exoftalmia y/o inflamación conjuntival/orbitaria en esta especie.