La llamada “alimentación emocional” (AE, del inglés, emotional eating) hace referencia al efecto que producen las emociones o el estrés sobre la conducta alimentaria1. Así, se ha demostrado que el estrés influye en el apetito de las personas haciendo que aumente o disminuya la ingesta y dirigiendo la preferencia por el tipo de alimento consumido2,3, concretamente hacia alimentos a los que se denomina alimentos de confort (del inglés, comfort food) 3.
Si bien la AE ha sido evidenciada en humanos y roedores, no existen hasta la fecha estudios que hayan demostrado su existencia en la especie canina. Sin embargo, un estudio previo de los autores demostró que el 82,7% de los propietarios encuestados percibía algún nivel de AE en sus perros4.
La AE tiene un efecto muy importante sobre la obesidad en personas y animales de laboratorio5 y sería lógico pensar que también contribuya a la obesidad en perros de compañía. Esto supone que la AE, la obesidad y el bienestar canino estarían estrechamente relacionados en varios sentidos. En primer lugar, el estrés debería incluirse como una de las posibles causas de obesidad en el perro, y, por tanto, la obesidad debería ser una señal de alarma para la detección de una afectación del bienestar canino. En segundo lugar, a aquellos animales a los que se les restringe la ingesta con el objetivo de una pérdida de peso, cabe la posibilidad de que se les esté privando de un mecanismo para hacer frente al estrés, lo que implicaría consecuencias tanto en el cumplimiento de la dieta como en el bienestar canino1.
Por todo esto, se hace necesario el desarrollo de nuevas herramientas que permitan la detección de AE en perros. El objetivo de este trabajo fue diseñar un modelo estadístico de regresión que permita detectar la existencia de AE en perros de acuerdo con la percepción de sus propietarios, de manera objetiva, sencilla y precisa.Se elaboró y distribuyó vía online una encuesta a propietarios de perros (n=1099) en la que se recogió información relativa al animal, a las pautas de administración del alimento por parte de los propietarios y a las características de la conducta de alimentación de sus perros, así como a aspectos relacionados con el estado emocional de los mismos, incluyendo la caracterización del temperamento, la presencia de problemas de comportamiento y la valoración de la calidad de vida. La encuesta incluyó una pregunta específica sobre la AE de los perros valorada de 0 a 4 atendiendo a los cambios observados en su conducta de alimentación en términos de cantidad o voracidad ante situaciones de estrés o estados emocionales negativos.
A partir de los datos analizados en la encuesta, se llevó a cabo la elaboración de un modelo de regresión que permitiera detectar de manera sencilla y objetiva la existencia de AE en perros.
El modelo final (r2=0.179, p< 0.001) incluyó 9 variables, algunas de las cuales se comportaron como factores de riesgo (sufrir alguna enfermedad, ser tímido, nervioso con la comida o durante los paseos o mostrar agresividad,) y otras como factores de protección (comer igual, más o exclusivamente cuando los propietarios están ausentes, dar extras a voluntad del propietario, acudir a un etólogo cuando el animal muestra problemas de comportamiento o calificar como óptima la calidad de vida del perro).
Todos los factores obtenidos en el modelo resultaron tener una lógica clínica, si bien se deberían explorar de forma más profunda para poder entender su relación con la AE.
Así, tanto las enfermedades como los problemas de comportamiento pueden alterar el estado emocional del paciente6,7,8 y por tanto favorecer la aparición de AE. Por otro lado, acudir a un etólogo, quien puede proporcionar pautas para reducir el estrés, dar extras como forma de hacer “feliz” a sus mascotas9 o tener una calidad de vida óptima (entre otras cosas, libre de estrés) resultaron ser factores protectores frente a la AE.
Estas variables se podrían convertir en una breve encuesta de 9 preguntas sencillas que facilitaría la labor de veterinarios e investigadores a la hora de detectar perros con mayor riesgo de presentar AE según la percepción de sus propietarios. Aunque serán necesarios más estudios, la detección de AE podría ser un parámetro de interés tanto para el tratamiento de la obesidad como de algunos problemas de conducta en los que el estrés juega un papel fundamental.