Los quistes vaginales corresponden a formaciones saculares cubiertas por mucosa vaginal. Los quistes pueden formarse a partir de remanentes de conductos urogenitales embrionarios o bien tras un traumatismo o una cirugía. Durante el desarrollo embrionario, el conducto mesonéfrico se encuentra cercano al miometrio y a la pared muscular de la vagina. Una regresión anormal del conducto produce anomalías urogenitales como la descrita en este caso. Los quistes vaginales se clasifican según su histología en quistes mesonéfricos (del conducto de Gatner), mullerianos o de inclusión. La presencia de quistes vaginales está poco descrita en perras. La mayoría son asintomáticos, benignos y no requieren la escisión. Sin embargo, algunos de ellos que por su tamaño produzcan dolor, disuria, distocia y/o disquecia deben corregirse mediante una intervención quirúrgica. Este caso describe los hallazgos clínicos y patológicos de una perra con disuria provocada por la presencia de un quiste mesonéfrico.
Una perra entera de raza Pomerania de nueve años acudió a consulta por presentar disuria progresiva desde hacía tres meses. Los tratamientos médicos previos a base de antibióticos y antiinflamatorios habían sido inefectivos. Durante el examen físico, la única anomalía remarcable fue una masa depresible ocupando la parte más craneal del canal pélvico identificada durante el tracto rectal. Los resultados hematológicos y bioquímicos de sangre no mostraban anomalías, al igual que el análisis urinario. La radiografía revelaba una lesión ovoide en abdomen caudal que desplazaba la vejiga cranealmente y el colon dorsalmente, sugiriendo un origen genital. El examen ecográfico describía un desplazamiento cráneo-ventral de la vejiga causado por una estructura cavitada de gran tamaño con contenido anecoico que comprimía el trígono vesical y la uretra. La estructura parecía comunicarse con cérvix y cuernos uterinos que estaban moderadamente distendidos. Los diagnósticos diferenciales incluían patologías uterinas (piómetra, mucómetra, hidrómetra, hemómetra o neoplasia), lesión uretral o vaginal (granuloma, quiste o neoplasia).
Basándose en estos hallazgos, la estructura provocaba una compresión mecánica de la uretra causante de la disuria y se recomendaba una laparotomía exploratoria con posible escisión de la masa. Durante la cirugía, se observó una estructura quística unida a la pared ventral de la vagina, craneal al meato urinario y sin comunicación con el lumen. Unida a ella se encontraba una masa de un centímetro de diámetro y aspecto peduncular. Del interior del quiste se extrajo un líquido de tonalidad marrón clara y leve turbidez. La estructura quística, junto a la masa, fueron retiradas completamente. Se realizó una ovariohisterectomía conjuntamente. Se midieron los valores de creatinina en el líquido quístico, siendo mucho menores que los obtenidos en orina, la citología fue compatible con contenido quístico y no se observaron microorganismos.
Los resultados histopatológicos de la estructura quística consistían en una pared de músculo liso delineada por un epitelio cúbico poliestratificado compatible con mesotelio, similar al de la pared de tracto vaginal. La lámina propia del epitelio estaba engrosada por un acumulo de numerosos macrófagos. Conforme a estos hallazgos, el quiste era sugestivo de una estructura remanente que provenía del conducto mesonéfrico. La pequeña masa situada en la pared externa del quiste era tras el estudio histopatológico compatible con un leiomioma.
DISCUSIÓN
Los quistes mesonéfricos no están considerados como causas frecuentes de disuria en perras, ya que son extremadamente raros y la mayoría de ellos, asintomáticos. Los quistes vaginales más comunes son los quistes de inclusión que tienen un origen traumático o quirúrgico y se reconocen por presentar un epitelio escamoso estratificado, mientras que los mesonéfricos están revestidos de epitelio cúbico simple o estratificado. Aunque los quistes congénitos existen desde el nacimiento, suelen aparecer síntomas en edades avanzadas. En medicina humana se describe su aparición en la edad adulta, pero en veterinaria no hay referencias sobre ello. La identificación de estos quistes es importante en hembras jóvenes ya que la sintomatología clínica empeora con el aumento del tamaño, provocando disuria, disquecia, tenesmo, distocias y dolor.
Una buena anamnesis junto a un estudio por imagen completo son imprescindibles para evitar un diagnóstico erróneo como piómetras, hidrómetras, neoplasias o doble vejiga, debido a su localización cercana a la vejiga y al útero. El análisis histopatológico es necesario para diferenciarlo de tumores vaginales malignos o benignos.
La presencia en el caso descrito de un leiomioma asociado es aparentemente un hallazgo fortuito que no era el causante de la sintomatología, aunque no se puede descartar que su presencia pueda haber estimulado la acumulación de líquido quístico acentuando la compresión en los tejidos adyacentes. No se ha encontrado en la bibliografía descripciones de otros casos similares de leiomiomas asociados a quistes mesonéfricos.
La resección quirúrgica no siempre es recomendada, especialmente en casos asintomáticos. En quistes que provocan una interferencia mecánica con la micción y defecación se recomienda drenar el líquido y retirar el quiste mediante resección, marsupialización u omentalización.
CONCLUSIÓN
Los quistes vaginales mesonéfricos aunque infrecuentes deben ser considerados como posible causa de disuria en perros. En los casos de quistes de mayor tamaño que produzcan sintomatología es necesario un diagnóstico adecuado y una resección quirúrgica para tratar los síntomas.
El diagnóstico por imagen es un buen método para complementar la clínica. Sin embargo, el diagnóstico final se obtiene con el estudio anatomopatológico.