La agresividad redirigida es un problema frecuente en la consulta de etología clínica felina. Se trata de una agresión dirigida a diferentes objetivos (en este caso el propietario) debido a un estímulo aversivo que no es accesible para el gato. Suelen ser ataques violentos e impredecibles que persisten aún cuando el estímulo ha desaparecido1
Los estímulos provocadores mayormente identificados son los ruidos agudos y la presencia de otros gatos2
En el entorno clínico y en el del hogar es frecuente pensar que es un problema sin solución y que la eutanasia es requerida. Sin embargo estos casos requieren, como es habitual, de un diagnóstico de posibles causas y un tratamiento adecuado al mismo, así como un análisis de riesgo previo al tratamiento.
Se presenta un caso de agresividad redirigida hacia los propietarios de una gata de 3 años que se ha diagnosticado y tratado con éxito.
Los episodios agresivos se han producido en varias ocasiones, con diferentes causas y objetivos. La sintomatología constaba de bufidos y maullidos, dilatación de pupilas, erizamiento del pelo y movimientos repetitivos de la piel dorsal.
El tratamiento consistió en utilización de psicofármacos junto con medidas de modificación de conducta, enriquecimiento ambiental, mediante un estricto seguimiento y análisis de diario de rutina diaria.